Descripción
El oficio de sociólogo es exactamente eso: una teoría de la construcción sociológica del objeto convertida en Habitus. Poseer ese oficio es saber que, para tener una posibilidad de construir el objeto, hay que volver explícitos los supuestos, o incluso que lo real es relacional, que lo que existe son las relaciones, vale decir, algo que no se ve, a diferencia de los individuos o los grupos. Tomemos un ejemplo. Yo tengo el proyecto de estudiar las grandes escuelas. Ante todo, al decir las grandes escuelas, ya hice una elección decisiva… A partir del momento en que digo que el objeto construido es el conjunto de las grandes escuelas, estoy frente a miles de problemas: por ejemplo, estadísticas no comparables. Y me expongo a parecer como menos científico que aquellos que se atienen al objeto aparente: tan grandes son las dificultades que hay que superar para captar empíricamente el objeto construido. Pienso que nadie tiene ganas de ver el mundo social tal cual es; hay varias maneras de negarlo; está el arte, evidentemente. Pero hay incluso una forma de sociología que alcanza ese resultado extraordinario, hablar del mundo social como si no se hablara de él: es la sociología formalista, que interpone entre el investigador y lo real, una pantalla de ecuaciones, por lo general mal construidas. Cuando se quiere huir del mundo tal y como es, uno puede ser músico, puede ser filósofo, puede ser matemático. Pero ¿cómo huir de él siendo sociólogo? Para lograr ver y hablar del mundo tal cual es, hay que aceptar estar siempre en lo complicado, lo confuso, lo impuro, lo vago, etc., e ir así contra la idea común del rigor intelectual.
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